No soy tu reina, aún no soy “mamacita” de nadie y para tu mala suerte, no me considero “chiquitita”. Y precisamente por eso, tus palabras ni me halagan ni me intimidan, simplemente me desconciertan. Me pregunto si te gustaría que alguien más tratara así a tu “madrecita santa”, a tu hermana o a tu hija. Ellas, como yo, también tienen una vagina. La razón por la que tú, que ni siquiera me conoces, te sientes con derecho de fastidiarme en la calle.
Alguna vez pensé que me libraría de ti al salir de mi lugar de origen, demasiado surrealista incluso para Dalí; pero ya hace tiempo me di cuenta de que aquellas eran falsas esperanzas. Simplemente hoy temprano, del otro lado del mundo, he salido a la calle a caminar y tomar unas fotos en uno de los lugares sagrados del monoteísmo, repleto de las únicas mujeres a las que quizás respetas porque llevan hábito, y ahí estabas. Con un acento distinto, una imagen diferente, pero con la misma risa descarada y gesto primitivo. Me lanzaste un par de besos de esos prolongados con los que parecías succionar tu propia boca, me miraste con burla.
En tu limitado universo te imaginas que me he ganado tu vulgaridad, tu falta de respeto; que merezco ser objetivada y minimizada, por pintarme la boca roja o no pintármela; por usar vestido, leggings, jeans o falda holgada; por ser amable, extrovertida o por apretada. Por caminar delante de ti, por respirar, por existir, por ser mujer. Porque en algún punto de tu raquítica educación te hicieron creer que a las mujeres nos toca aguantar. Porque “boys will be boys” porque tus instintos sexuales están por encima de mi dignidad, una dignidad inferior a la tuya, una dignidad de mujer.
Me gustaría mandarte a chingar a tu madre, pero eso sería seguir la misma lógica machista. A veces mejor te ignoro, otras te grito en la cara que te vayas al diablo; y la mayoría de las veces, como hoy, siento lástima por ti.
Porque tu atrevimiento no denota otra cosa que tu tremenda inseguridad. Mi presencia te intimida. Eres incapaz de acercarte como un ser humano y preguntarme mi nombre, la hora o cómo está el clima. Me consideras fuera de tu alcance y eso te molesta, por eso decides agredirme, puesto que es lo único que te queda. Quizás después de molestarme con tu piropo vulgar te preguntes cómo sería salir a comer, a bailar o a tomar un café conmigo. Y dado que, querido acosador sexual (porque eso eres), eso nunca sucederá y yo no tendré oportunidad de analizar tu patológico inconsciente, quiero que sepas unas cuantas cosas:
1. Mi cuerpo, muy a tu pesar, es mío. Yo decido cómo lo visto y con quien lo desvisto. Tú no tienes absolutamente nada que ver en ello y mis decisiones no te dan derecho a agredirme.
2. No necesito tu aprobación. Sé mejor que tú, que el vestido negro de hace rato me queda bien, me hace sentir bonita; con él me seduzco a mí misma y a la persona que amo. Tú no figuras en NINGUNA parte de la historia. SUPÉRALO.
3. Tu conducta no es justificable, BAJO NINGUNA CIRCUNSTANCIA. Quizás antes podías resguardarte en nuestra vulnerabilidad para además hacernos sentir culpables de tu bravuconería. Pero, ¿adivina qué? ESTAMOS HARTAS. Ya no nos impresionas, hace tiempo dejaste de causarnos miedo.
4. Tu “estrategia” de seducción no sirve. Si alguna vez en tu estupidez, has creído que faltándole al respeto a una mujer vas a conseguir algo de ella, estás muy equivocado. O dime cuántos de tus acercamientos ridículos han resultado en romance.
5. Lo que haces se llama ACOSO SEXUAL CALLEJERO; y no es nada de lo qué estar orgulloso.
Ojalá un día encuentres en algún lado un poquito de autoestima. Ojalá un día aprendas a respetarte a ti mismo, porque, querido acosador sexual, tu conducta es el claro reflejo de tu ignorancia, tus miedos y tu ENORME inseguridad.
Atte.
La mujer a la que no te atreves a invitar a salir.
No cabe duda, la mejor manera de ir acabando con el círculo de la violencia es fortalecerse a sí mísma hasta el punto de autoseducirse; no regalar al agresor ni un instante de interés, mucho menos del intento de controlarlo. Esos se acaban solos por su pequeñez
Me gustaLe gusta a 1 persona
Querida Gloria, gracias por leerme y por aportar. Es un honor contar con tu apoyo en esta lucha cotidiana ❤
Me gustaMe gusta
Saludos señora hermosa
Me gustaMe gusta
REALMENTE NO IMPORTA NI EL LUGAR NI EL TERRITORIO, NI UN PAÍS RICO NI UN PAIS POBRE, EL PERSONAJE DE ACOSADOR CALLEJERO APARECE POR DOQUIER. MANIFESTANDO SU POCA EDUCACIÓN, SUS POCOS VALORES Y LO POCO QUE MAMÓ.
LO MAS IMPORTANTE, CREO YO, ES LA ACTITUD DE IGNORANCIA HACIA ÉL; CON UNA SONRISA DEMOSTRAR LO POCO QUE ME IMPORTA SU DESEO DE INTIMIDAR…PORQUE EL VALOR QUE TENEMOS COMO PERSONA, ES MIL VECES MAS QUE SU INSIGNIFICANTE EXISTENCIA…
Me gustaMe gusta
ASI ES CHICA VALIENTE!, QUE BUENOS ARTICULOS. SUPONGO QUE CUANDO ESCRIBISTE ESTO ESTABAS FURIOSA POR UNO DE TANTOS INCIDENTES, QUE SEGUIRAN OCURRIENDO, YA QUE POR DESGRACIA ALGUNOS EJEMPLARES DE NUESTRA ESPECIE SIGUEN SIENDO CAVERNICOLAS QUE IGNORAN POR COMPLETO LA FORMA ADECUADA DE EXPRESAR ADMIRACION HACIA UN SER TAN HERMOSO COMO ES LA MUJER. Y ALGUNOS MAS CON SUFICIENTE EDUCACION , VELADA Y SUTILMENTE DE IGUAL FORMA TERMINAN INSULTANDO LA BELLEZA FEMENINA CON SUS COMENTARIOS Y MIRADAS LASCIVAS. EN FIN QUE A TODO NIVEL SE DA LA INSEGURIDAD MASCULINA. QUE DEBIERA PREVALECER INCLUSO EN EL MOMENTO DE RECHAZAR SUS PROPUESTAS. PUES DEJAME DECIRTE QUE EXISTEN CABALLEROS QUE DEJAN DE SERLO EN CUANTO SE VE FRUSTRADO SU ORGULLO MACHISTA. QUE DICHO SEA DE PASO ES DISTINTO AL ORGULLO VIRIL. PERO ANIMO! POR FORTUNA YA HOY TENEMOS VOZ Y MANERA DE DEMOSTRAR QUE TAMBIEN SOMOS VALIOSAS Y ORGULLOSAS DE NUESTRA CONDICION FEMENINA.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Proteger a la mujer es lo más importante, gracias por impartir clase con nosotros. Usted es una persona muy importante, y se ha ganado mi admiración.
Jaime Torres Farias.
Me gustaLe gusta a 1 persona